Llegamos y nos vamos anestesiados, en sitios impersonales y frios. Nacemos y morimos atontolinados y el trocito de enmedio suele transcurrir en un estado parecido de empanamiento anímico.
En este último año he tenido el privilegio de poder ver cómo se marchaban dos personas y eso me ha hecho darme cuenta de lo que también en ese tema, nos engañamos. Vivimos como si no nos fuéramos a morir nunca, cuando es la máxima certeza que tenemos, tanto porque vivimos de espaldas al tema y todo lo relativo nos espanta, como porque no aprovechamos a vivir apreciando el valor real del presente. Presente como hoy, presente como regalo.
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